3 de noviembre de 2009

Entrevista con Cristian Henkel


Entrevista con Cristian Henkel, tras su paso por Honduras
«Las movilizaciones a favor de Zelaya no se detuvieron nunca»


El presidente de la FUBA presenció el derrocamiento del mandatario y vivió el conflicto junto a los estudiantes y trabajadores hondureños. En diálogo con El Atlántico aseguró que los Gobiernos latinoamericanos decidieron en cambio «conciliar con una política del imperialismo».

En el marco de una amplia gira por distintas ciudades del país tras su estadía en Honduras durante el conflicto que logró desplazar a Manuel Zelaya (recientemente restituido), el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Buenos Aires (FUBA) e integrante del Partido Obrero, Cristian Henkel, arribó a Mar del Plata para encabezar una conferencia en la Facultad de Humanidades de la UNMdP en la que se refirió al nuevo acuerdo del Gobierno nacional con el FMI, presentó una mirada alternativa acerca de la nueva Ley de Radiodifusión y se explayó acerca de los desentendimientos entre los trabajadores y empresarios de la firma Kraft-Terrabusi.

Minutos antes de dar por iniciada la charla, Henkel se acercó a la redacción de El Atlántico en donde explicó que su recorrida por el país tiene que ver con una convocatoria masiva para que jóvenes y adultos de las distintas provincias puedan participar del próximo congreso nacional de la Unión de Juventudes por el Socialismo, que se desarrollará entre el 21 y el 22 de noviembre en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

«Es un encuentro que pretende agrupar a miles de estudiantes de todo el país para poder poner en marcha una organización de la Juventud Nacional que no solamente tenga como objetivo salir a batallar por la educación pública y gratuita, sino además intervenir políticamente en los grandes debates por los que atraviesa el país», aseguró.
Según reconoció, su estadía en Honduras significó una experiencia “«valiosísima». Vivió en directo los momentos más crudos de la crisis política que el país atravesó y que se encuentra actualmente superando lentamente, y regresó a la Argentina para narrar su perspectiva sobre la cronología de los hechos.

–¿Qué sensaciones le dejó la sucesión de incidentes políticos en Honduras que derivaron en el derrocamiento de Zelaya?
–Yo particularmente lo viví con una sensación de profunda impresión. Si bien uno sabía que había un proceso de movilización muy importante, en el lugar, en ese momento, la situación me superó porque la gran mayoría de la población, desde los estudiantes, los obreros, los pequeños comerciantes y demás, se encuentran en contra del golpe, que vino a cortar un proceso de toma de decisiones, de medidas nacionalistas que había impulsado Zelaya, que le daba una perspectiva a Honduras de algunas transformaciones chicas pero importantes, como el 60% de aumento salarial.

–Desde Argentina se escucharon distintas versiones, ¿cómo vivió el conflicto el pueblo hondureño?
–Todo el pueblo era consciente de que el golpe venía a quebrar cualquier tipo de avance y por eso se manifestó de manera contundente. Hasta el día de hoy, hay marchas todos los días, a favor de Zelaya. Las movilizaciones de trabajadores hondureños no se detuvieron nunca. Evidentemente, Honduras estaba inserta en una coyuntura iberoamericana, internacional, donde juegan un rol muy importante las organizaciones populares, sociales y políticas de todo el país.

–¿Qué opinión merece el accionar del Gobierno argentino frente al golpe?
–Los gobiernos latinoamericanos salieron a pronunciarse en contra, pero no salieron a tomar ningún tipo de iniciativa. El Gobierno argentino jugó el mismo rol. Fue un pronunciamiento contra el golpe pero con ninguna medida práctica que implicara un golpe a los golpistas. Se estableció una política de negociación permanente con los golpistas, donde el grado máximo de esta complicidad se vio en la reunión de presidentes que se llevó a cabo en Bariloche en la que no solamente no tomaron ninguna resolución en contra del golpe más allá de una declaración, sino que aceptaron la instalación de siete bases militares norteamericanas en Colombia. Entonces el conflicto en Honduras puso de manifiesto que los gobiernos latinoamericanos han decidido conciliar con una política del imperialismo que es la de profundizar su extensión territorial para controlar cualquier tipo de decisión autónoma que puedan tomar los gobiernos.

Redacción El Atlántico

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