10 de julio de 2010 - Resolución Política del
Secretariado Internacional de la Coordinadora por la Refundación de la Cuarta
Internacional
Bancarrotas fiscales, crisis políticas, rebeliones obreras
Una nueva etapa de la bancarrota capitalista
El fracaso de los rescates estatales
1. La bancarrota capitalista internacional ha ingresado,
definitivamente, en una fase aún más explosiva que la de septiembre de 2008,
cuando la quiebra de Lehman Brothers amenazó con producir un colapso del
conjunto de la economía mundial. La gigantesca operación de rescate al sistema
bancario que siguió a esa quiebra ha desembocado en una crisis fiscal sin
precedentes y en una situación de cesación de pagos inminente de numerosos
estados. Quedaron así al desnudo las limitaciones insalvables de la
intervención del Estado para rescatar a la economía mundial de la bancarrota
capitalista y, concretamente para recomponer las mismas bases que produjeron su
estallido. La gigantesca emisión de moneda, de parte de los bancos centrales,
para socorrer al sistema financiero, ha servido para ‘apalancar', o sea
financiar un nuevo proceso especulativo. Con tasas de interés oficiales
cercanas a cero, los fondos financieros se volcaron a las Bolsas, las materias
primas y al mercado de títulos públicos, para inflar sus balances deteriorados
con ganancias especulativas. El sistema fiscal fue forzado a incurrir en un
nuevo endeudamiento para absorber los fondos generados por los rescates.
Los llamados ‘estímulos' del estado para neutralizar la recesión fueron financiados
por medio de este mecanismo especulativo. La deuda pública de Estados Unidos,
por ejemplo, pasó del 40 al 100% del PBI, y en España, del 30 al 80%. En lugar
de ‘limpiar' de sus balances los ‘activos tóxicos' (incobrables), en especial
los créditos hipotecarios en un mercado que sigue cayendo, los bancos
incorporaron nuevos activos de esas características - ahora los títulos
públicos. La insolvencia fiscal es un producto de este financiamiento
parasitario, y no al revés, o sea que este financiamiento fuera una operación
de rescate de estados insolventes. Basta para demostrarlo la carga enorme de
pérdidas que está provocando en las regiones italianas y los estados
norteamericanos o alemanes, los contratos de productos derivados que cargan en
sus presupuestos. La bancarrota fiscal se ha fusionado con una nueva crisis
financiera: ha crecido el volumen de ‘activos tóxicos' en poder de los bancos y
el financiamiento a mediano o largo plazo con deuda contraída a corto plazo
(conocido como "descalce"). Los planteos de ajuste fiscal constituyen
un reconocimiento de la bancarrota. Pero este ajuste fiscal, que apunta a
liquidar derechos conquistados por los trabajadores, no se aplica a los gastos
juzgados de ‘interés nacional', como los militares, que han aumentado. Los
bancos centrales han ingresado en una nueva ronda de emisión de moneda, para
rescatar otra vez a los bancos, ahora de la insolvencia fiscal. Es lo que
ocurre con la compra de deuda pública en poder de los bancos por parte del
Banco Central Europeo. Los países de la ‘zona euro' y del FMI han comprometido
900 mil millones de euros para evitar ‘default'. De este modo, un conjunto de
estados en estado efectivo o potencial de ‘default' pretende rescatar a otros
que se encuentran en una situación más apremiante. La contradicción que
encierra este operativo está demostrada en el hecho de que no se trata de un
aporte efectivo a un fondo de rescate, sino de una declaración de garantía para
el caso de que tenga efectivamente lugar una cesación de pagos. En resumen,
todos los estados se siguen endeudando a tasas de interés cada vez mayores,
financiados por la emisión de dinero de los bancos centrales.
A la bancarrota
bancaria se ha sumado la bancarrota fiscal. En lugar de eliminarla o reducirla,
la ‘pirámide' especulativa del endeudamiento de bancos y estados, ha crecido
todavía más. La intervención estatal, en lugar de neutralizar o contrarrestar
la bancarrota capitalista, le ha dado un nuevo impulso. Es esta intervención
del estado la que ha sido saludada por el izquierdismo burgués como una
reacción al régimen ‘neo-liberal' o como una negación estatal del mercado. El
estado, sin embargo, no ha intervenido contra el mercado sino en su socorro; no
como un poder exterior al capital sino como otro engranaje de la acumulación
capitalista. En lugar de forzar al capital a aceptar una ‘quita' sobre sus
activos valorizados en forma ficticia, aplica esa ‘quita' a los explotados en
un intento de rescatar el capital ficticiamente inflado por la especulación. En
lugar de liquidar el capital excedente y reordenar las proporciones entre el
capital acumulado, de un lado, y la capacidad adquisitva del consumo, del otro,
ha incrementado la desproporción entre uno y otro, mediante el ‘estímulo' a
nuevos gastos de inversión. Ha autorizado que los bancos contabilicen sus
activos incobrables a sus precios de adquisición y no a los precios
desvalorizados de mercado, para mantener una pléyade de ‘bancos zombis',
sostenidos por fondos públicos o emisión de moneda, y ha bloqueado el mecanismo
capitalista de la quiebra y el ‘default' y la ‘quita' de los estados.
Se trata de un intento de socorro del sistema ‘neoliberal', negando los principios
básicos del capitalismo y del ‘neoliberalismo. Pero al operar de esta manera,
impide la recreación del crédito y una salida capitalista a la crisis. Al vetar
el default estatal, ha creado ‘estados zombis', que deben ser tutelados como
protectorados por otros estados. Al separar las esferas ‘públicas y privadas',
como si no fueran dos caras de la misma moneda, ocultando con ello los lazos
indisolubles entre ellos en el engranaje de la acumulación capitalista, la
izquierda que se reivindica marxista contrabandea un keynesianismo que ha sido
completamente refutada en el desarrollo de la propia crisis. El keynesianismo,
sin embargo, no pretende prevenir ...