25 de febrero de 2010

Informe Político al XIX Congreso

La etapa final de los Kirchner
Informe político al XIX Congreso
del Partido Obrero



La bancarrota mundial en la Argentina

1. La primera cuestión que es necesario despejar para caracterizar la situación de conjunto de la Argentina es la que afirma que el país logró mantenerse al margen de la bancarrota capitalista mundial o que la ha afectado en una medida menor, o incluso que el gobierno kirchnerista la habría piloteado con éxito fronteras adentro. En realidad, solamente el Indek de Moreno puede presentar un PBI que creció un 0,5% en 2009, lo que de todos modos no deja de ser un derrumbe después de un crecimiento anual, hasta esa fecha, del 7%, «el período más largo de progreso» en los 200 años de historia independiente, repetían los alcahuetes del matrimonio. De acuerdo con la mayoría de las estimaciones privadas, en 2009 el PBI cayó entre 2,5 y 3%, y la formación bruta de capital, 13%. O sea que no se repuso el capital fijo que se amortizó en este período y encima hubo una destrucción neta del 3%. En el trimestre político crucial de marzo-junio, porque coincidió con el proceso electoral, el PBI cayó del 4,5%, lo cual alcanza para explicar la derrota del kirchnerismo en el territorio bonaerense a manos del ignoto De Narváez. La crisis produjo una fuga de capitales de 40 mil millones de dólares, casi la mitad de ellos en 2009. De este modo consumió la totalidad del superávit comercial externo de la Argentina, lo cual significa la destrucción del 15% de la tasa de ahorro nacional en dos años; se trata de una confiscación económica sin precedentes. Es necesario ser un redomado apologista de las tropelías del capitalismo para decir que la financiación de esa fuga, mediante la entrega de reservas internacionales acumuladas, sirvió para demostrar «la capacidad del gobierno y del Banco Central para lidiar con la crisis».

La bancarrota mundial volvió a colocar a la Argentina en una crisis de pagos de su deuda internacional, pública y privada, esto a pesar de que había sido refinanciada dos años antes con quitas y alargamiento de los plazos de vencimiento, y a pesar del enorme superávit del comercio exterior que obtuvo con posterioridad. Esta crisis de la deuda es la causa más importante de la crisis fiscal, y explica por ella sola la pelea por las retenciones de la soja, primero, y la estatización de las AFJP, después, precisamente para sumar a los ingresos fiscales contribuciones jubilatorias a las AFJP. Si, por un lado, se excluyen los ingresos de la Anses y los aportes de las ganancias del Banco Central (que por ser sólo contables obligan a emitir moneda), si también se excluyen los aportes de otras agencias estatales, y si, por otro lado, se incluyen los déficits fiscales de las provincias (y el déficit implícito que origina el pago de los juicios que los jubilados están realizando al Estado, el déficit fiscal financiero consolidado de la Argentina se encuentra próximo a los niveles de los jaqueados países de Europa, incluida Gran Bretaña, y de los Estados Unidos, donde está por arriba del 10% del PBI. Este cálculo, sin embargo, no tiene en cuenta otro rubro más, que son los vencimientos de capital de la deuda. En definitiva, la disputa por el Fondo del Bicentenario tiene que ver con la crisis de pagos del país. El uso de las reservas del Central constituye una operación de fraude similar a la ejecutada por el Banco Goldman Sachs y el gobierno de Grecia con el presupuesto, el déficit y la deuda pública de ese país. La disputa por este Fondo demuestra que el Presupuesto 2010 no tiene financiamiento, es un dibujo y deberá ser reconstruido por completo. Como ocurre en Grecia, España o Inglaterra, la burguesía necesita reestructurar las condiciones financieras del Estado. El Fondo del Bicentenario, además, está estrechamente ligado a la operación del canje de deuda y del acuerdo con el Club de París, cuya finalidad es permitir que la Argentina obtenga nuevo financiamiento internacional, o sea más deuda para solventar al Estado y para que éste realice las operaciones necesarias de rescate del capital. La bancarrota mundial ha reabierto la canilla de la especulación con las deudas públicas por las razones más negativas: no existe, virtualmente, demanda de financiamiento de parte de las empresas privadas. La especulación internacional, sin embargo, quiere exprimir un limón que ya no tiene jugo: en una reciente emisión de deuda por parte de Grecia (por 8 mil millones de dólares), la cotización de los bonos que habían sido vendidos cayó estrepitosamente al día siguiente.

Todo esto demuestra que la afirmación de que la Argentina o los K sortearon la crisis es una pretensión desaforada y sólo cabe en la cabeza de aquellos que están jugados a la defensa del capitalismo. Incluso si se compara la crisis actual con la de 2001, hay que recordarles a los que hablan sin saber que simplemente estamos en el comienzo, como lo demuestran los acontecimientos internacionales. Europa y los Estados Unidos, que hasta ahora tuvieron que encarar un derrumbe bancario y una recesión industrial, de ahora en más tendrán que sumar el derrumbe fiscal, que es todavía más grave; esto porque constituye la antesala del derrumbe monetario. La fase monetaria de la crisis estará representada por devaluaciones y medidas de guerra comercial; el alza fenomenal del precio del oro es una manifestación de una crisis monetaria que ya está en desarrollo. La amenaza de crisis monetaria se manifiesta también en la especulación llamada carry trade, que consiste en obtener préstamos en países con tasas de interés bajas para comprar deuda pública en países que pagan por ella una tasa elevada: apenas se modifiquen las condiciones de este negocio, ese capital se fugará de los países donde puso el dinero, lo cual provocará devaluaciones muy fuertes, como ya ocurrió en septiembre-octubre de 2008, desatando la fuerte devaluación del real brasileño y el peso argentino. Brasil, que tiene un impresionante déficit en la cuenta corriente, debido a las remesas de utilidades y pagos de intereses, depende para financiarlo del ingreso de capital a corto plazo movilizado por el carry trade financiado por dólares, yenes y euros. Ese ingreso de capital ha impulsado el desarrollo del crédito al consumo, que ya alcanza a un 40% promedio de los ingresos corrientes de la población. No es todavía la crisis subprime de los Estados Unidos, cuya relación de créditos a ingresos de las familias había llegado al 200 y 300%, pero para la base financiera de Brasil ese 40% es, objetivamente, más elevado. A fuerza de hablar de deuda pública se omite la deuda privada, que cuando es financiada con dinero del exterior también pone en peligro la estabilidad de la moneda. La deuda pública de España, por ejemplo, está calculada en 70% del PBI, pero la deuda privada española es del 250%, contraída en gran parte en dólares o yenes, razón por la que hay temor por la suerte del euro. Pero incluso la deuda en euros está tomada con bancos franceses o alemanes, que se financian, a su vez, en yenes o dólares. Como se ve, la presión sobre el euro que puede desatar una crisis de financiamiento fiscal o privado en España es muy grande.

El crecimiento de la inflación, a partir de los últimos dos meses de 2009, se explica, en lo fundamental, por la crisis fiscal y la incapacidad de financiamiento del Estado. Los porcentajes conocidos de inflación, de todos modos, esconden su verdadera magnitud, porque el índice de precios (que miden, incluso, las provincias e institutos privados, no el Indek) registra numerosos servicios y actividades que siguen subsidiados, incluso luego de los aumentos autorizados en los últimos meses. El aumento de estos precios de base (gas, luz, transporte, prepagas), no digamos su liberación, podría desatar una estampida hiperinflacionaria o, inversamente, una fuerte recesión por la caída que provocaría en la capacidad de consumo de las masas. La acumulación de litigios en manos de la Corte, en especial por la deuda con los jubilados, muestra el carácter explosivo de la crisis fiscal en términos potenciales.

El crecimiento de la desocupación al 12 o 14% (no cuenta la subocupación), el crecimiento de la pobreza y el aumento de la desigualdad social son manifestaciones objetivas del impacto en la Argentina de la crisis capitalista mundial. En algunos casos, por ejemplo, la industria automotriz, la recuperación parcial de Brasil permitió reactivar la demanda, pero aun así precipitó una crisis de la industria de autopartes, debido a los ajustes que impuso esa recuperación. Los casos de Mahle, Indugraf, Massuh, Paraná Metal, Techint (a mediados de 2009) y Techint Avellaneda (recientemente), Bosch, FP, la industria ceramista en Neuquén y, de un modo general, la descapitalización de las empresas recuperadas en la industria y su recurso al pago de parte de salarios por parte del Estado, son manifestaciones concretas de la crisis y explican los niveles de militancia obrera y sindical en el curso de 2009. El gobierno se vio obligado a financiar numerosas operaciones de rescate e incluso a pagar parte del sueldo a los trabajadores suspendidos. Pero los Repro son un subsidio al capital, que utiliza el subsidio para suspender, y evitar con ello el pago de la indemnización que corresponde al despido. No se trata de un invento K sino de la copia sin enmiendas de lo que se hace en Europa para contener el llamado estallido social. El gobierno K presentó en estas tierras al Repro como un acto de justicia social, pero en Europa fue sancionado como una medida de emergencia para evitar una sublevación popular.

La crisis fiscal tiene su reflejo político en las instituciones del Estado. Luego de la 125, está prevista una derrota parlamentaria mayor para el Fondo Bicentenario, lo cual podría provocar un desbande del bloque parlamentario del oficialismo. Esta crisis en el Congreso viene acompañada de otras con el Poder Judicial y la Corte; está en marcha un operativo de gran amplitud para modificar el Consejo de la Magistratura y devolver a la Corte el control sobre los jueces y el manejo del presupuesto judicial. La farsa de la paritaria entre la Nación y Ctera volvió a poner de manifiesto, aunque a escala superior, la insolvencia de las provincias. Las crisis fiscales son siempre expresión de una crisis del régimen social en su conjunto. Por eso, estas crisis penetran al Parlamento, a las provincias, a la Justicia y al Banco Central, y anuncian de este modo la inminencia más o menos rápida de convulsiones sociales mayores. Se vuelve a plantear la cuestión del ajuste, de la privatización de la protección social, de la reducción de los salarios y de la estabilidad laboral. La crisis mundial ha dejado sin aire a las paritarias burocráticas, con las que el kirchnerismo y la burocracia sindical quisieron ejemplificar, desde 2003, una recuperación de la justicia social. El estallido en Andalgalá, Catamarca, no refleja solamente un avance en la lucha contra la destrucción del medio ambiente; representa algo más general: es una reacción a la confiscación económica de tierras y aguas para el labradío, y a la superexplotación de los trabajadores (que ya tuvo su manifestación en el progreso del sindicato minero que se opone a la burocracia de Aoma). La defensa del proyecto Agua Rica, en Andalgalá, por parte de las fuerzas políticas, tanto del oficialismo como de la oposición, ilustra mejor que nada que no estamos ante el cuestionamiento a una parcialidad de la burguesía sino al conjunto del régimen. El gobierno no tiene ninguna posibilidad de dar satisfacción a las reivindicaciones de lucha contra los pulpos mineros, porque cualquier ruptura de contratos con esos pulpos sería el golpe final a las posibilidades de financiamiento internacional del Estado. Esta crisis local resume todas las crisis.

El gran as que esgrimen tanto el gobierno como los economistas de la oposición para negar la amplitud o profundidad de la crisis es la perspectiva, en 2010, de una gran exportación de soja y de un elevado superávit comercial: unos 15 mil millones de dólares. Ese dinero, sin embargo, podría convertirse, como ya ocurrió, en el combustible de una nueva fuga de capitales; desde otro ángulo, podría convertirse en el combustible de una mayor inflación. La acumulación de capital no es el equivalente a una caja registradora de ingresos y egresos; es un proceso contradictorio de extracción de plusvalía y de realización del valor creado por la explotación social. En cada país se encuentra condicionado al proceso mundial. Las medidas de restricción que han comenzado a insinuar los Estados Unidos y China podrían reforzar una tendencia a la revalorización de sus monedas y a la devaluación de todo el resto (a revertir el carry trade señalado más arriba). Tal evolución implica salida de capitales y mayor inflación, inclusive con recesión. Esta tendencia afectaría más que nada a Brasil, del cual depende mucho la Argentina, en primer lugar en materia comercial y en segundo lugar en materia financiera, pues la cotización de los bonos y acciones argentinos están condicionados por la cotización del mercado financiero brasileño y por el real. Una renovada tendencia a la salida de capitales, combinada con un estallido de la inflación, aceleraría los ritmos de la crisis política.



Agotamiento del régimen político

2. La bancarrota capitalista y el derrumbe financiero del Estado tienen su expresión en el agotamiento del régimen político. Luego de la derrota de junio de 2009, cuyo alcance, repetimos, fue determinado por la crisis mundial, se desarrolló un intento de gobierno por decreto y vetos totales o parciales de leyes, que no sobrevivió a la tentativa de imponer el Fondo Bicentenario. La camarilla gubernamental volvió a quedar a merced del vicepresidente Cobos (que es una figura sin base), al punto que ahora el oficialismo quiere modificar el régimen de acefalía. El Parlamento ha dejado de ser una simple escribanía del Ejecutivo y se va convirtiendo en el escenario donde se trama la sucesión presidencial anticipada. La tentativa bonapartista del gobierno, desde 2003, ignorando a la oposición parlamentaria, buscó un apoyo en el movimiento obrero regimentado por la nueva dirección de la CGT encabezada por Moyano y los sindicatos del transporte. Ahora que el gobierno ha quedado en minoría y también enfrenta la rebelión de la Corte Suprema de Justicia, también queda al desnudo la precariedad de ese punto de apoyo en el movimiento obrero. Las movilizaciones moyanistas recientes han tenido un carácter coreográfico, de ningún modo una incidencia política. La burocracia cegetista se ha vuelto a dividir, o sea que el liderazgo de Moyano se ha agotado. El elemento dinámico no son los actos públicos de Moyano sino la emergencia de luchas y organizaciones en los lugares de trabajo, que en su mayor parte también cuestionan a la burocracia de la CTA o son un producto independiente de ella. El cuestionamiento de las bases a la burocracia de Ctera es, por otra parte, una lápida para el conjunto de la burocracia de la CTA. En la CTA, el cuestionamiento a la burocracia sindical se expresa en la presencia y diversidad de las tendencias políticas que la toman como referencia. Por otro lado, también se asiste al retiro del apoyo al gobierno de parte del punterismo piquetero, como ha ocurrido con Barrios de Pie, la escisión del MTL con el PC, el alejamiento más o menos próximo de D'Elía, o el fin de los coqueteos chavistas hacia el gobierno por parte del Frente D. Santillán. El pejotismo K ha quedado reducido al aparato justicialista de algunas provincias, entre las que no se encuentra, precisamente, la provincia de Buenos Aires, en la cual el PJ atraviesa una crisis rampante. La tentativa de montar un arbitraje entre la burguesía y el proletariado a través de procedimientos como la paz social y la tutela de nuevos sindicatos no reconocidos por parte del Ministerio de Trabajo, por ejemplo en el Subte, o la paz social en Kraft, orquestada incluso con el PCR, no ha pasado de episodios sin futuro. La cooptación o neutralización, por parte del Estado, de las tendencias conciliadoras o centristas de diversos agrupamientos con actividad sindical choca con la declinación irreversible del oficialismo y con la crisis económica. En definitiva, estamos ante la disolución de una tendencia que nunca llegó a adquirir una real fisonomía bonapartista.

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